José Salvador Alvarenga, este gordito al que le sentaría bien una bronceada, dice haber sobrevivido un año y dos meses en alta mar. Pues no me lo creo. Miren la chaqueta bien planchada y en pristino estado.
Los labios no están quemados como los de Laurence de Arabia cuando llegó a un hotel a pedir agua. Este náufrago pidió una cocacola. Ja, ja, ja. En ese estado de deshidatación a nadie se le ocurre tomar una cocacola. Mírenle las manos y las uñas cortadas y en perfecto estado.
Permítame, señor Alvarenga me río de su cuento chino.
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